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FORJADORES DE MÉXICO: VENUSTIANO CARRANZA GARZA (2a. Parte)

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Rafael Urista de Hoyos / Cronista e Historiador


  Don Venustiano Carranza, al iniciar su levantamiento en armas contra la usurpación de Huerta y debido a varios reveses militares en Saltillo y la hacienda de El Anhelo, tuvo que recorrer Coahuila a caballo, seguir a Chihuahua y llegar a Hermosillo, Sonora, que se había constituido en refugio de los jefes de la Revolución.  Allí llegó a formalizar su primer gobierno revolucionario, con un gabinete en el que figuraron Isidro Fabela, Rafael Zubarán, Adolfo de la Huerta, Felipe Ángeles, Jacinto B. Treviño e Ignacio Bonillas.  Además, organizó el Ejército Constitucionalista en dos grandes unidades: el Ejército del Noroeste, comandado por Álvaro Obregón y el del Noreste, encabezado por Pablo González y finalmente tuvo que reconocer a La División del Norte, fundada y organizada por Francisco Villa, como un tercer ejército constitucionalista en el centro norte de la República.

  La Revolución constitucionalista inició y continuó su avance de triunfo en triunfo:  en el noroeste Álvaro Obregón atacó y tomó Nogales, Cananea, Naco, Santa Rosa, siguió Guaymas a la que no pudo tomar constituyendo ésta su única derrota por lo que nunca fue el “general invicto” con lo que alardeaban sus panegiristas; después atacó y ocupa Santa Rosa, para finalmente ganar las batalla de Orendáin, El Castillo, ganada por Lucio Blanco, y con este último ocupar la ciudad de Guadalajara.

  Por su parte Francisco Villa con su División del Norte inicia una fulgurante campaña de victorias: Torreón (primera vez), Lerdo y Gómez Palacio, ataca y fracasa frente a la ciudad de Chihuahua a la que pone sitio, en una gran maniobra táctica conquista Ciudad Juárez, le sigue una de las más brillantes batallas de la Revolución: la batalla de Tierra Blanca; después ocupa la ciudad de Chihuahua y le sigue Ojinaga en la frontera, ocupa de nuevo Torreón (segunda vez) y el resto de la Comarca Lagunera, para después aniquilar un gran ejército huertista en Paredón y ocupar la ciudad de Saltillo y entregársela al inepto Pablo González que nunca la pudo ocupar con todo y su ejército del noreste con el que quedo  varado en Saltillo sin poder avanzar hacia el sur.  Finalmente, la División del Norte regresa a Torreón en preparación de su avance al sur.

  Mientras las tropas villistas tomaban Saltillo, Carranza dio instrucciones, en Durango, al general Pánfilo Natera, para que en compañía de los generales Arrieta, Triana y Carrillo, atacaran la plaza de Zacatecas.  Carranza acariciaba la esperanza de que otro general fuera el autor de ese triunfo para demostrar a la opinión pública que no solamente Villa estaba en  posibilidad de obtener triunfos de importancia, pues era muy peligrosa la propaganda que se hacia tanto en el país como en Estados Unidos, mostrando a Villa como el único capaz de dominar la situación.  En realidad, Carranza en su afán de opacar a Villa, comete el gravísimo error al exponer a la derrota y al exterminio a efectivos inferiores, cuando se sabía bien que la plaza de Zacatecas estaba muy guarnecida y rodeada de fortificaciones.  Villa, por su parte, apresuraba la organización y aprovisionamiento de sus tropas. Sabía Villa como lo sabía Carranza, que Zacatecas contaba con una muy fuerte guarnición de 12,000 efectivos.

  Obedeciendo las órdenes del señor Carranza, Natera y demás generales atacaron Zacatecas y fueron fácilmente rechazados con grandes pérdidas de efectivos:  entonces Carranza ordenó a Villa que enviara refuerzos, pero este contestó que no solamente llegarían tarde, sino que también serían aniquilados, por lo que propuso a Carranza marchar con toda la división.

  Pero esto era lo que Carranza trataba de evitar, por lo que, insistiendo en su orden y cruzándose frases desagradables con Villa, éste renunció al mando de la División del Norte.  Carranza se apresuró a aceptar la renuncia; se proponía eliminar de algún modo a Villa que lo opacaba como primer jefe y además no quería que aquel siguiera con su marcha triunfal hasta la ciudad de México antes que él junto con Obregón, y Zacatecas era el último reducto importante de Huerta en defensa de su gobierno.

  El general Villa renuncia al mando de la División del Norte y Carranza la acepta inmediatamente ordenándole a los demás jefes de la División que escogieran al general que sustituyera al general Villa provisionalmente para después el eligiera oficialmente al nuevo jefe de la División del Norte.  Pero entonces todos los jefes de la División telegrafiaron a Carranza haciéndole ver su error y, con energía y sin insultos, como algunos malquerientes de Villa indignamente lo atestiguan, denunciaron su actitud, que parecía mal intencionada, acabando con anunciarle que habían convencido al general Villa de que debía continuar al frente de la División del Norte y que así, unidos, marcharían sobre el enemigo, “como si ningún incidente desagradable hubiese ocurrido”.  El 23 de junio de 1914 el ejército villista derrota a la guarnición Huertista de Zacatecas en una de las batallas más sangrientas de la Revolución mexicana y en consecuencia, en su afán de detener a Villa en su avance a la ciudad de México, ordena a su corifeo Pablo González, que sigue en Saltillo, que detenga las remesas de carbón de Coahuila destinadas a Francisco Villa para que éste no pueda mover sus trenes e inmovilizarlo en Zacatecas.

  A pesar de todas las providencias tomadas por el Primer Jefe para evitar que Villa prosiguiera su marcha, temía, sin embargo, que el audaz comandante de la División del Norte lo efectuara de una manera intempestiva.  En consecuencia, giro instrucciones al general Obregón para que activara sus operaciones sobre Guadalajara y México; como si fuera tan fácil.  Igualmente activó el Primer Jefe la marcha del ejército del Noreste de Saltillo a San Luis Potosí; cosa no simplemente fácil sino imposible por el miedo que Francisco Villa inspiraba al inepto Pablo González.  De esa manera el 20 de agosto de 1914, Venustiano Carranza entró triunfalmente a la ciudad de México usufructuando inmerecidamente un mandato que ahora aparte del mando militar también se ha inventado el título fantasioso de Encargado del Poder Ejecutivo de la Nación, en lugar del nombramiento de Presidente Provisional que mandataba su propio Plan de Guadalupe, ya que ese nombramiento le impedía participar en elecciones constitucionales.

  Como Primer Jefe Encargado del Poder Ejecutivo convocó a la junta de generales a la que se había comprometido en Torreón.  Esa junta en la ciudad de México, compuesta por puros generales carrancistas, tuvo la humorada de renunciar a todos sus títulos y retirarse a la vida privada sabiendo que sus generales no se la iban a aceptar, tal y como ocurrió.  De esa manera y en esa farsa teatral mostró, según él, que no le interesaba ningún tipo de poder y que todo lo hacía por el pueblo mexicano.  Sin embargo, los demás jefes revolucionarios exigieron a Carranza trasladar la convención a un terreno neutral donde ni el carrancismo ni el villismo tuvieran influencia.  De es manera se preparó para trasladar la Convención a la ciudad de Aguascalientes participando todas las facciones revolucionarias.

  Dicha Convención nombró Presidente Provisional al general Eulalio Gutiérrez y acordó el cese de Carranza, quien, en lugar de acatar las decisiones de la Soberana Convención Revolucionaria, la declaró en rebelión.  En enero de 1915 partió a Veracruz con el personal de su administración.  Ahí reorganizó su ejército, con el apoyo de Obregón, el inepto Pablo González, Cándido Aguilar, Salvador Alvarado, Jacinto B. Treviño, Francisco Coss, Francisco Murguía, Cesáreo Castro y varios más.  Además, promulgó la ley agraria del 6 de enero de 1915 y expidió las adiciones al Plan de Guadalupe, referentes al divorcio, Municipio Libre, independencia del Poder Judicial, suspensión de la Lotería Nacional, etc.

  La Convención de Aguascalientes se reunió el 10 de octubre de 1914.  Los participantes iniciaron los debates declarando que la Convención era soberana, es decir, que no obedecía órdenes de ninguno de los jefes en pugna: Villa y Carranza.  Anhelosos de liquidar la pugna entre Carranza y Villa, así como de trazar la política que debía seguir el futuro gobierno constitucional, quisieron dar máxima solemnidad al compromiso que iba a negociarse, y para tal efecto se consiguió una bandera tricolor y todos los generales firmaron en la franja blanca como constancia de la palabra empeñada de acatar las órdenes que emanasen de la Convención.

  Villa firmó sin titubear, Obregón, después de estampar su firma, en un arranque de lirismo declaró:  “Todos los que hemos firmado en esta bandera someteremos al que se declare rebelde.  Y no sólo eso: yo prometo que me quitare los galones de general e iré de sargento a batir al que se rebele contra esta Convención”.  Mientras tanto los principales facciosos procuraban exhibir su poderío.  Villa instaló 11,000 hombres en Guadalupe, Zacatecas, a menos de 200 kilómetros de Aguascalientes, y Carranza mando a que Pablo González acampara en Querétaro con 20,000.  Por gestión del general Ángeles, Zapata también fue invitado a la reunión, aunque sólo envió a un grupo de observadores sin facultades para aceptar compromisos.

  Carranza, aunque no reconocía autoridad a la Convención, le envió una carta en la que dijo estar dispuesto a renunciar a la Primera Jefatura si se establecía un gobierno preconstitucional que llevase a cabo las reformas políticas y sociales necesarias, y si el mismo tiempo que se separaba él, Villa y Zapata renunciaban al mando de sus ejércitos.  Finalmente, si la Convención ordenaba al Primer Jefe marchar al extranjero, los otros dos caudillos debían recibir igual orden.  A fin de avanzar en las pláticas se decretaron las destituciones de Villa y Carranza y sólo se resolvió pedir a Zapata, que aún no tenía voz en la Convención, su renuncia a la jefatura de su ejército.  Villa recibió estoicamente la noticia de que debía separarse  de su División proponiendo además su fusilamiento y el de Carranza para acabar con las dificultades; lamentablemente no se le tomó la palabra.

  Obregón fue comisionado para comunicar a Venustiano Carranza su destitución ya que la Convención ya le había retirado el mando de su División a Francisco Villa.  Sin embargo, Obregón después de la entrevista con Carranza, lejos de arrancarse los galones de general para combatir como sargento a quien desafiara los ordenamientos de la Soberana Convención, como lo había prometido bajo su palabra de honor de militar de la patria, salió, por instrucciones de su jefe Carranza, a hacer los preparativos para luchar contra los convencionistas.

  Desde agosto de 1915 los constitucionalistas tuvieron ininterrumpidamente en su poder la ciudad de México y en octubre Washington los reconoció como gobierno de “facto”--- es decir gobierno de ”hecho” ya que sin ser elegido en elecciones populares y democráticas, era un hecho que dominaba la mayor parte del territorio de la República---.  De acuerdo con la primera parte del Plan Carrancista de Guadalupe, Carranza debió haber asumido desde agosto la presidencia provisional para convocar a elecciones y devolver la normalidad constitucional del país.  Lejos de hacer esto, prolongó sus estancia 11 meses en Veracruz y luego anduvo otros seis recorriendo la República y recibiendo homenajes en los que se le llamaba “arbitro del destino nacional”, “espíritu de la Revolución” y hasta “soplo divino de la patria”.  Visitó Tampico, Torreón, Saltillo, Monclova, Cuatro Ciénegas, Querétaro, Guanajuato y Guadalajara.  Pasaba de un banquete a un baile en su honor, y asistiendo a veladas literario-musicales.  A todas partes lo seguía una comitiva integrada por 1,500 personas: asistentes, secretarios, gobernadores, banda militar y escolta.  Ya parecía una caricatura de Porfirio Díaz.  No fue sino hasta mediados de 1916 cuando Carranza se instaló en la ciudad de México y ya con su nuevo autonombramiento de “Encargado del Poder Ejecutivo de la Nación”, que le permitía gobernar dictatorialmente con base “en las facultades extraordinarias e ilimitadas de que me hallo investido”; ofrecía mucha más comodidad que el de Presidente Provisional de la República, que tiene límite de tiempo.

 
 
 

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