Paúl Garza Rodríguez / Reportero
Cinco Manantiales.- En los últimos gobiernos municipales, hemos observado cómo las presidencias locales se han convertido en refugio y destino de desesperados busca-chambas en el servicio público.
Esta tendencia por incorporarse en la nómina municipal, ha generado una serie de conflictos de incompetencia e ineficiencia en las diferentes administraciones municipales.
Los cargos públicos municipales, léase regidurías, direcciones, subdirecciones, asesorías, jefaturas y otras encomiendas inventadas, ofrecen salarios muy atractivos y los más bajos no dejan de ser estables y con beneficios añadidos como viáticos y gastos de operación.
La verdad es que la necesidad de un empleo y la garantía de un sueldo quincenal es una demanda que en estos momentos está en la mesa del escritorio de los alcaldes electos cuya decisión final dependerá el futuro de una larga lista de solicitudes, sin embargo, aunque muchos fueron los llamados, pocos serán los elegidos.
Lamentablemente, en lugar de seleccionar a personas capacitadas y comprometidas por el bienestar de la comunidad, a menudo vemos nombramientos surgidos de favores políticos, financiamientos en las campañas y otros poderes fácticos.
La falta de preparación y experiencias en áreas clave, como finanzas, urbanismo y obras públicas, salud, seguridad, agua potable y drenaje, entre otros, perjudica la eficiencia a las que están obligados a prestar como servidores públicos carentes de toda competencia.
Definitivamente, esto afecta la gestión municipal. Es la triste realidad.
Otro tema es la abultada nómina en las administraciones municipales. Son tantos los empleados que parecen competir con cualquier otra empresa maquiladora como fuente de empleos, salvo que la productividad y el rendimiento marca la diferencia entre una privada con una pública.
Los empleados de una empresa particular cumplen con su responsabilidad en el horario asignado, mientras los funcionarios públicos distribuyen su tiempo en charlas, reuniones y en el café.
Es por ello que los alcaldes electos, deben ponderar los procesos de selección de su personal de manera transparente, privilegiando las capacidades, habilidades y conocimientos como méritos a ocupar un cargo público, y no por amiguismos, compadrazgos y presiones.
En ese sentido se debería implementar indicadores de desempeño para evaluar regularmente a los servidores públicos, es decir, reconocer la eficiencia, pero también castigar o remover la incompetencia.
Es importante que los ciudadanos se involucren activamente en la supervisión, sean escuchados en sus denuncias públicas por alguna irregularidad en el servicio público.
Para concluir el tema, creo que es hora de cambiar la percepción de las presidencias municipales. Necesitamos funcionarios o servidores públicos competentes, comprometidos y responsables de sus obligaciones, donde la comunidad sea atendida como se merece y reciba las respuestas a sus necesidades.
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